GUSTAVO OTT: EL ARTISTA ESTÁ AL SERVICIO
DE LA GENTE
Por Magdalena Millán
Gustavo
Ott nació en Caracas hace 37 años. Allí cursó
la carrera de Comunicación Social y más tarde completó
sus estudios en Londres y Estados Unidos, en donde se interiorizó
en la dirección teatral y realizó un postgrado en
Literatura.
Luego de su graduación
en periodismo estuvo trabajando para distintos medios de Venezuela,
y reconoce que su llegada al teatro fue un poco por casualidad.
En su época de periodista, Ott también escribía
cuentos y en un momento un teatro le pidió que adaptara uno
de esos cuentos. A partir de ahí, Ott encontró en
la dramaturgia una forma más directa de comunicarse con la
gente, de hacer que los pensamientos y sentimientos sean directamente
puestos a prueba e intercambiados entre los que hacían y
los que recibían teatro.
Desde 1992 dirige el
Teatro San Martín de Caracas, en donde trabaja con un grupo
estable de colaboradores con los que realizan las obras que luego
ofrecen en la programación de las dos salas con las que cuenta
el Teatro.
La mayoría de
las obras que presentan en el Teatro San Martín de Caracas
son de su autoría, y una particularidad de su estilo de escritura
dramática tiene que ver con la presencia del humor y la ironía.
Entre sus obras más
importantes se encuentran: Tres esqueletos y medio, Divorciadas,
evangélicas y vegetarianas, y Fotomatón, el unipersonal
protagonizado por Fernando Then, que estuvieron presentando en su
última gira.
Para nosotros,
en el Teatro San Martín de Caracas, lo orgánico es
el espectador, no los artistas. El artista está al servicio
de la gente. Por eso nosotros tratamos de escribir al gran público,
para comunicar historias a la mayor cantidad de gente posible.
Muchas veces hacemos
un tipo de teatro directamente experimental, pero esto no implica
que sea algo sólo dirigido a pequeños sectores, sino
que aspiramos a llegar al gran público. Escribimos con mucho
humor. Tratamos de hacer comedias, pero siempre cuidamos de que
el discurso sea absolutamente claro y de que tenga contenido.
- ¿Qué
es lo que ustedes se preguntan a la hora de hacer una obra para
este público al que les interesa convocar?
Lo que yo
siempre me pregunto es por qué los espectadores se van a
interesar en ver las obras que yo quiero montar. Qué me hace
a mí especial. Qué tengo yo que los demás no
tienen. Pero con el tiempo me he dado cuenta de que la cuestión
no es así, que en realidad son los demás los que tienen
cosas que yo no tengo. Entonces cada vez que un espectador llega
al teatro yo trato de ver su reacción, de analizar su modo
de recepción, y a partir de ahí pienso en lo que tengo
que hacer para que le interese lo que yo hago. Y si no le interesa,
se me presenta un reto, y sé que algo tengo que cambiar,
o al menos tengo que intentar que de algún modo le interese
mi propuesta.
- ¿Cómo
surgió Fotomatón, el unipersonal protagonizado por
Fernando Then que estuvieron presentando en el Festival Mercosur?
Fotomatón
surgió como casi todo lo que yo hago, vinculado de algún
modo al periodismo. Comenzó como reportajes. Cosa que creo
que en algunos de los personajes se nota, como esa presencia de
fuente reporteril. Los personajes de la obra surgieron
a partir de esa base de reportajes a distintos individuos que habían
pasado por mi experiencia como reportero, y luego fueron trasladados
a la forma dramática.
Lo que ocurrió
en un principio fue que me fui dando cuenta que tenía esos
modelos reales como por separado, pero que en algún punto
estaban ligados, que tenían alguna conexión. Entonces
me di cuenta de que la conexión venía por el lado
de la nación y de Latinoamérica en general. Desde
el punto de vista de la corrupción, la insensibilidad, la
poca solidaridad que existe entre nosotros, la familia como elemento
castrador. A partir de ahí, cuando me percaté de que
allí tenía ese hilo de conexión, armé
el espectáculo en función de un actor, que es Fernando,
que hace todo el espectáculo.
Pero al mismo tiempo
no queríamos hacer una obra excesivamente cifrada, circunscripta,
difícil, sino que apuntábamos a una obra en la que
la gente además la pasara bien, entonces fue ahí donde
decidimos incorporar el elemento del humor. Algunos de los monólogos
están estructurados como comedia exclusivamente, otros son
un tanto más duros, más complejos, pero siguen siendo
fáciles de digerir.
- ¿La obra
fue pensada desde un principio como unipersonal?
Sí,
la obra fue pensada específicamente para ser representada
por Fernando Then, que forma parte de la compañía
desde los inicios, actuó en todas mis obras, y como todos
los que trabajamos en el teatro, es también empleado estable
de allí. Pero el hecho de que sea un unipersonal tiene que
ver más que nada con una necesidad económica, precisábamos
que el espectáculo no tuviese una producción muy costosa.
Lo que es notable con
respecto a esta obra es que surgió como una idea para completar
un poco la programación. Dijimos... Bueno, con esta
obra podemos salir en los dos meses que faltan... Y por eso
también la pensamos para un solo actor, porque la estábamos
planeando ya con un presupuesto muy reducido. Fue así que
la hicimos casi por llegar a completar esa programación.
Pero afortunadamente
en Caracas dio casi 200 funciones, por lo tanto decidimos seguir
adelante. Luego un teatro comercial nos compró la obra. Y
entonces se dio este fenómeno tan poco común, en el
que una obra que había surgido como teatro de arte pasó
al teatro comercial. Y en ese teatro comercial Fotomatón
estuvo otros dos meses más. En total, la obra estuvo en Caracas
ocho meses en cartelera. Luego comenzaron las giras, fundamentalmente
a España. Estuvimos en Madrid, Canarias, Mallorca. Después
estuvimos en el festival de Córdoba, en Argentina. Y ahora
en abril regresamos a España para un encuentro.
- ¿Cómo
fue recibida esta pieza por la crítica?
Al público le gustó mucho, pero las críticas
estuvieron un poco más divididas. Pero para nosotros lo fundamental
es el público, y nos sentimos contentos si vemos que podemos
llegar a mucha gente. De todos modos comprendemos que existe cierto
público al que nuestras obras no le agradan. Y parte de la
crítica que representa a esos sectores a veces consideran
a nuestras obras como un poco light, digamos. Y esto se debe a que
están acostumbrados a ver cierto tipo de teatro más
cifrado.
- ¿Por qué
cree que pueden tomar a Fotomatón como un espectáculo
light?
Bueno...
el código del humor a veces es menospreciado. La gente cree
a veces que reír no es serio. Quizás por la altísima
influencia del teatro comercial. Es como que el teatro comercial
genera fobias automáticas, sobre todo en muchos de los artistas
y de la gente que consume teatro de arte. Es como que está
instaurada la idea de que todo lo que tiene éxito es malo,
y que los espectáculos que producen humor está arraigados
a algo superficial. Yo creo que eso no es así, ya que la
risa macabra y patética, cuando ocurre, descubre el alma
de un pueblo. Y si esa risa logra ser comunicada a un amplio número
de espectadores, pues mucho mejor.
Con relación
a este tema de la convocatoria de espectadores, he visto que los
autores argentinos son muy eficaces. Pero no hay una relación
entre lo que se hace acá y los autores que escriben en Argentina.
Por ejemplo, en el Festival de Córdoba no había autores
argentinos. Curioso. Nosotros en Venezuela montamos muchos autores
argentinos, desde Rafael Spregelburd, hasta Horacio Kartun y Eduardo
Rovner. Y realmente los admiramos mucho.
Pero lo que he visto
en Buenos Aires es que hay un gran público, y una importante
oferta de buenos espectáculos, incluso los de teatro comercial.
- ¿Cuál
es su opinión acerca del teatro comercial?
Creo que
con respecto a lo comercial en general hay un gran prejuicio,
y no sólo en teatro, sino también en televisión.
Me parece que dentro de cualquiera de estos géneros se pueden
hacer cosas extraordinariamente comerciales, y absolutamente buenas
y bien hechas a la vez. Y gustar. Creo que en este punto hay una
vertiente que el teatro latinoamericano en general aún no
ha sabido explotar. Y que el teatro norteamericano, por ejemplo,
sí ha logrado incorporar, haciendo obras de un gran nivel,
de gran formato, que dicen cosas muy importantes, y que al mismo
tiempo son comerciales.
- Si pensamos en
los personajes de Fotomatón podemos ver que muchos conforman
estereotipos patéticos que se conservan presentes e inamovibles
en nuestras sociedades. Sin embargo, es con uno de éstos
personajes más tristes y patéticos, como el caso de
Fernanda Sifrina, la muchacha fashion de clase alta, con el que
la gente se ríe más.
Sí,
la concheta, por ejemplo, es absolutamente patética. Y ella
emite los conceptos que emitiría cualquier niña bien,
de clase alta, que se encuentre inmersa en una burbuja de frivolidad.
Y es un tipo de personaje que se puede encontrar en cualquiera de
nuestros países y que refleja certeramente a cierto sector
de la sociedad. Sólo que es muy fácil hablar a este
tipo de personajes desde la seriedad o desde el análisis
crítico. Pero si los miramos a través del humor, creo
que su patetismo queda todavía más evidenciado. Y
pese a que éste es uno de los personajes con los que la gente
más se ríe, es uno de los personajes más tristes
de la obra. Pero la gente, a pesar de la risa, de eso se da cuenta.
Otro personaje con
el que pasa algo parecido es con el de la madre, que es un insensible
colosal. Esa madre, que tiene a su hijo ahí muerto en la
morgue y no le importa más que contar a todos los que la
llaman por el celular la tragedia que vivió al
tener que enfrentarse con una cucaracha. Y eso en definitiva es
la excusa, pero en realidad lo que se refleja es el extremo egoísmo
de esa mujer, algo también tan presente cada vez más
entre nosotros.
Y ahí también
aparece esa falta de solidaridad y de aprecio para con la familia,
esa familia descuartizada por los prejuicios. Y creo que este tema
de los prejuicios también es una constante y un problema
que aparece mucho en relación a la familia.
Pero lo particular
de todo esto creo que es que se dice con humor, y pienso que es
eso lo que la gente también agradece, que se pueda hablar
de todo esto tan despreciable y tan profundo, pero que se haga con
gracia.
- Sin embargo, hay
un momento en el espectáculo en el que uno de los personajes
introduce un quiebre en ese clima de humor...
Sí,
es cuando el que hace de enfermo de Sida, luego del relato de su
triste historia de marginación se para frente al público
y dice: Yo sé que mi historia no te gusta porque no
te hice reír. Esa es una parte muy fuerte que en Venezuela
veíamos que dolía mucho, porque el espectáculo
empezaba muy gracioso. Entonces la gente reía sin parar desde
el principio, y al poco tiempo llegaba este personaje con esa historia
tan cruel, y decía eso que es como que ofendía. Pero
eso servía mucho para entrar en esa realidad tan terrible
sobre todo allá en Venezuela, en donde el enfermo de Sida
realmente tiene que emigrar si quiere sobrevivir, porque no les
dan posibilidades de insertarse en la sociedad. Entonces lo común
es que se vayan a Nueva York o a Miami, en donde aunque no hacen
una vida normal, aunque sea viven de los centros de apoyo, que realmente
ayudan a la gente enferma sin importar la nacionalidad ni el status.
Al respecto, resulta
llamativo que sea precisamente Estados Unidos el país que
contiene a los marginados de nuestras sociedades. Justamente ese
país tan criticado y tan rechazado por su política
imperialista frente a los estados latinoamericanos, tiene también
ese perfil humano que nosotros somos incapaces de demostrar.
Por eso el personaje
del tío enfermo de Sida es tan triste y amargo, y resume
la situación con una frase muy cierta: El tiempo pasa
en nuestros países, y nosotros no somos mejores. Y
yo creo que éticamente estamos cincuenta años atrás.
Y eso es un poco lo que este personaje plantea.
Nuestras sociedades
siguen siendo prejuiciosas, nosotros seguimos juzgando a la gente
por lo que aparenta más que por lo que es. Nuestras sociedades
han terminado siendo sociedades muy superficiales, quizás
por eso han dejado pasar cien años de historia casi sin decirle
nada al mundo. Si no fuera por la literatura, fundamentalmente la
argentina, mexicana y colombiana pienso que el continente podría
haber desaparecido en el siglo XX y no pasaba nada. Lo que sí
se puede contar desde el siglo XX en América Latina es la
historia de lo perverso y de lo inútil, de las grandes dictaduras
y de las grandes etapas de corrupción.
- La aparición
de los distintos personajes con sus monólogos se va dando
en la obra siguiendo la estructura de un partido de béisbol,
¿por qué eligió este deporte?
Creo que la elección tuvo que ver con la gran identificación
y la idea de pertenencia que genera este deporte en Venezuela. El
béisbol allá es como en Argentina o Brasil el fútbol,
es una obsesión. Y en la obra se habla precisamente de personajes
que resultan obsesivos en sus particularidades.
El béisbol
además tiene un nacimiento muy lindo. Es una variación
del criquet inglés que inventaron los niños pobres
de Nueva York. Estos niños querían jugar criquet pero
ese deporte era exclusivo de las clases altas, por lo tanto fueron
modificando las reglas y poco a poco se fue formando el béisbol
tal como lo conocemos hoy. Es por eso que es un deporte llenísimo
de reglas, al que es muy difícil comprender si no se lo conoce
a fondo. Y es a raíz de esa impresionante cantidad de reglas
que se torna en un deporte casi ilógico.
Y una particularidad
de este deporte es que a pesar de ser un juego de equipos tiene
una importancia fundamental el accionar de cada uno de los jugadores
separados.
En el béisbol
el equipo es importante si los individuos trabajan correctamente.
Uno puede transformar el partido por medio del trabajo del equipo
y de cada uno de los jugadores en particular. Y lo mismo ocurre
en las sociedades. Las sociedades se modifican con el esfuerzo de
los ciudadanos. El problema es que nosotros creemos lo contrario.
Nos creemos que son los gobernantes los que cambiarán las
sociedades. Pero en realidad lo que hacen los gobernantes es exactamente
lo contrario, impiden que las sociedades cambien. Es así
como la gente día a día va hipotecando la esperanza,
y muchas veces esa esperanza ni siquiera llega a concretarse en
una mínima parte.
Yo creo que algún
día este continente comprenderá que las sociedades
se transforma a través de los ciudadanos y no de los gobernantes.
- ¿Cómo
ve al gobierno de Chávez en Venezuela?
Chávez recién está empezando, hay que esperar.
De todos modos yo les tengo muy poca fe a los líderes políticos,
a mí quienes me importan fundamentalmente son las personas,
la gente. Y creo que son ellos unidos los que pueden llegar a reunir
la fuerza como para modificar cosas. Como ejemplo de esto tenemos
a España o a Irlanda.
España pasó de ser un país miserable, intolerante,
fascista, a ser un país que integra a las grandes potencias,
y por ende, han adquirido una gran tolerancia y han desarrollado
mucho la sensibilidad.
Es a través
de los cambios en las sociedades como luego también cambian
los discursos de los líderes. Y esto, por ejemplo es lo que
ocurre en los Estados Unidos. Los líderes están pendientes
de lo que dice la gente para repetirlo ellos. Pero en los países
de Latinoamérica gradualmente va pasando lo contrario, es
la gente la que repite lo que dicen los líderes. Y al respecto,
lo que ocurre en Venezuela en torno a Chávez es eso precisamente,
y yo creo que es una estupidez.
De todos modos sé
que Chávez es un hombre sensible, escribe teatro, y al mismo
tiempo forma parte de un ejército que es muy diferente de
lo que son y lo que fueron los ejércitos en la mayoría
de los países latinoamericanos. El ejército de Venezuela
es muy querido por el pueblo, tienen una larga tradición
de defensa de los derechos humanos y de defensa de la libre expresión,
y la mayoría de los venezolanos tienen algún pariente
cercano que pertenece a las fuerzas armadas.
El gobierno de Chávez
además es un gobierno militar elegido democráticamente
por el pueblo.
- ¿Cómo
es la política de este gobierno con respecto a la cultura
y el teatro?
Lamentablemente hasta ahora ha sido muy mala. Pero yo creo que ellos
lo lamentan tanto como nosotros. Se han dado cuenta que no tienen
una política cultural. Pero yo creo que eso en parte se debe
a que los principales objetivos de este gobierno eran generar una
transformación general del país, por lo tanto había
prioridades. Pero por lo que se dice, parece que este año
habrá un mayor compromiso para con el campo cultural, que
para mí es uno de los más importantes, porque un país
que lee mucho y que asiste a muchos conciertos y al teatro es un
país que posee un germen revolucionario.
La Argentina, por ejemplo,
es un país culto, en donde a pesar de las crisis subsisten
una gran cantidad de teatros y librerías. En cambio en Venezuela,
por ejemplo, los teatros han venido cerrando de modo alarmante.
Actualmente en Caracas hay sólo nueve salas abiertas, lo
que es un número muy reducido. Y para mí esto significa
que nos estamos convirtiendo en un país de estúpidos.
Pero lo triste es que esto ha ocurrido porque a los funcionarios
culturales se les ha pasado por alto, fue pura negligencia. Por
eso tengo esperanzas de que de aquí en más empiecen
a trabajar por la cultura.
- ¿Cuáles
son sus planes de aquí en adelante?
En el teatro
San Martín de Caracas estamos preparando una obra mía
que se llama Dos amores y un bicho, que versa sobre el tema de la
pareja. Luego tenemos planeada una gira internacional, vamos a ir
a Dinamarca, Madrid, Santiago.... Por otro lado hay una obra con
la que gané el premio Tirso de Molina de dramaturgia y que
es muy difícil de hacer, es una producción muy cara,
pero afortunadamente para este año vamos a poder montarla.
Se llama 80 dientes, 4 metros y 200 kilos.
MAGDALENA MILLAN.
Periodista. Especialista en temas vinculados a la literatura, el
teatro y el cine, cursa actualmente la carrera de Letras en la Facultad
de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
Se ha desempeñado en producción de contenidos para
la radio y la televisión argentinas. Actualmente trabaja
como cronista e investigadora en publicaciones universitarias y
es colaboradora habitual de la revista Teatro/CELCIT.
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