¡GRACIAS, SHAKESPEARE! ¡CHEJOV, BAJA
EL TELÓN!
Por
Mario Delgado
Treinta
años dedicados incesantemente a la práctica escénica,
con mis grupos concentrados en la investigación
y experimentación del trabajo del actor, han hecho de la
experiencia de Cuatrotablas, un verdadero laboratorio teatral, tal
como lo concebía el maestro polaco Jerzy Grotowsky.
No por algo ya en 1976,
fuimos tocados por A Comuna de Portugal y el Maniatan
Project de Nueva York, grupos de los 70, de alguna manera depositarios
del legado grotowskiano. Fue ese impulso el que nos llevó
a contactarnos por más de veinte años con Eugenio
Barba, hermano mayor de travesías, y su famoso Odin Teatret
Laboratorium, de Iben, Elsa Marie, Torget, Tage, Roberta, Tom, Tony
etc. etc.
Influidos antes, por
los grandes motores del teatro latinoamericano, Atahualpa del Cioppo,
María Escudero, Santiago García, Augusto Boal, Enrique
Buenaventura y Carlos Giménez, habíamos dado un salto
dialéctico al origen vanguardista del nuevo teatro latinoamericano:
el teatro de Europa. Quizás, apasionados por las razones
políticas que impulsaban a los maestros latinoamericanos,
estos no nos hablaron claramente de sus fuentes, que provenían
del más puro teatro occidental.
El encuentro con el
origen desde el 76 nos llevó, en el 80, al encuentro con
el origen de los orígenes: el teatro oriental, como audazmente
intuyo que fue. Lo que Barba nos abría como conocimiento
casi científico a través de su Escuela
Internacional de Antropología Teatral (ISTA) era la verdad
de los principios que gobiernan la creación dramática,
leyes físicas invisibles e inexorables como la fuerza de
la gravedad, el equilibrio y por consiguiente la lucha de opuestos,
primer gran drama del actor. Aprendidas en el Noh y el Kabuki japonés,
en el Kathankali y la danza Odissis de la India, en el bailarín
balines, y en los acróbatas de la Opera Pekín.
Todo este extraordinario
proceso técnico sobre el conocimiento del fenómeno
de la actuación iniciado por Stanislavski y continuado
hasta hoy por todos los teatros laboratorios del mundo, nos abre
una cantera enorme para la investigación y la experimentación
en el marco de la estructura empírica del teatro occidental.
La impresión profunda que el teatro oriental dejó
en todos los maestros de Occidente en el siglo pasado nos tocó
también profundamente, a nosotros. Y fue en 1985 que inicié
el aprendizaje con mi grupo de lo que a mi entender son los tres
grandes pilares del teatro occidental, clásicos, y modernos:
Sófocles y el teatro griego, Shakespeare y el teatro isabelino
y el contemporáneo Brecht. Ya en Europa, Arrianne Mnouchkine
presentaba a Shakespeare en estilo Noh y Kabuki y a Los Atridas
de los clásicos griegos en el estilo Kathankali de la India.
También Peter Brook contaba la historia del Mahabarata hindú
en el más grandioso estilo shakespereano.
No se trata de descartar
la creación colectiva, verdadera fuente de ideas y formas
que nos permite desarrollar una nueva expresión teatral
que en realidad es la más antigua del mundo. Los clásicos
y los grandes dramaturgos contemporáneos son los maestros
de los cuales nos nutrimos para expresar nuestros impulsos existenciales.
Ya Alonso Alegría uno de los dramaturgos más prestigioso
del Perú y a su vez un detractor fanático del teatro
de grupo y la creación colectiva, expresó lo siguiente
a raíz del Reencuentro Ayacucho 98 y nuestros espectáculos:
ellos nos dan los insumos que nos permitirá a los dramaturgos
arriesgar nuevas formas expresivas....
Ese es el objetivo
del laboratorio, investigar y experimentar a través del pobre
cuerpo del actor un lenguaje que debe ser poderoso por lo
auténtico, verdadero por lo orgánico y simple por
su humanidad. Por algo dije hace más de ocho años
en Washington, en el auditórium del Banco Interamericano
de Desarrollo a raíz de nuestra presentación de Cuando
el sol se apaga del autor peruano Felipe Buendía: El
teatro es la última reserva ecológica del hombre,
porque el teatro reside en el cuerpo humano. Y ahí se inicia
el diálogo y el misterio profundo de la comunicación
entre dos seres vivos: el actor y el espectador.
Actualmente Cuatrotablas
está cumpliendo tres décadas como proyecto, como institución
y como escuela. Seis generaciones se han formado y han enriquecido
y poblado el territorio teatral del Perú. Para consolidar
estos treinta años de laboratorio recurre una vez más
a Shakespeare, a Chejov, a la creación colectiva y a un nuevo
autor peruano: Ricardo Oré. Inician el 2001 abriendo su nueva
sede con la presentación en marzo de sus nuevos productos
de laboratorio.
La Tempestad
del gran isabelino es la fuente primordial del laboratorio teatral
del grupo; La gaviota de Chejov, guía a cuatro
discípulos egresados de la Escuela Nacional Superior de Arte
Dramático en la cual soy profesor e integrados ahora a nuestra
institución en un proyecto de creación grupal titulado
Usted mató una gaviota.
Y si la crisis profunda
que vive la vieja patria peruana no da una nueva luz,
un nuevo despertar, una patria nueva; ahí estarán
dos proyectos que pretenden iluminar este duro tránsito de
los peruanos:
La creación
colectiva Oye 2001 ó Los apátridas
en el país de los achoris, nueva versión del
eterno y paradigmático espectáculo que se mantiene
vivo desde 1973 y que intenta desentrañar los vericuetos
de la identidad nacional.
La nave de la
memoria, enorme texto escrito por Ricardo Oré, miembro
de la generación poética de los 70 e integrante del
grupo Hora Zero. Hoy, Ricardo ha escrito este nuevo texto que habla
de la migración peruana desde 50 años después
de la conquista, tomando como protagonistas a los grandes peruanos
Garcilazo Inca de La Vega y Guamán Poma de Ayala como también
al primer conquistador español que pisó el Perú,
don Pedro de Candia, quien emprende un viaje de retorno a sus orígenes
y en el que lo acompañan el Perú entero que se le
ha incrustado en su memoria y es el origen de sus culpas. Es una
obra fantástica que pretende ser como un rayo de esperanza
en la ya tan manoseada, búsqueda de la identidad nacional.
Todo esto, en el marco
de un país que vive su más cruel tragicomedia shakespereana
pero con mucho de la ironía brechtiana con sus antihéroes
modernos, los fantoches de La resistible ascensión
de Arturo Ui, buscando dentro de sí mismo los orígenes
de su propia tragedia.
Hace tres años
presentamos nuestra propia versión de la obra brechtiana
con el título de El sangriento retorno de Arturo Ui.
Sin ser políticos militantes, sino artistas comprometidos
con nuestro arte, premonitoriamente anunciamos el asalto del Estado
por una banda de mafiosos sanguinarios, pero también mostramos
a una clase dominante políticamente comprometida en el asco,
por defender sus intereses comerciales. No faltaba la imagen de
un ex presidente que quería volver, volver, volver
a ritmo de rancheras y con pañuelito blanco. El final no
era esperanzador. El país oficial ya estaba corrompido...
pero nosotros, cual hormiguitas, seguíamos trabajando con
esperanzas ciegas.
El legado de Shakespeare:
La Tempestad, esa extraña obra final que plantea la
sutilidad cruel del ejercicio del poder, la búsqueda del
Ariel y el Calibán que nos gobiernan y la ilusoria
utopía del amor puro de Miranda y Ferdinando que herederos
de un mundo civilizado se reparten el futuro gobierno lejos de islas
inciertas y aterradoras como nuestro continente...
Y el legado de Chejov
con su Gaviota donde se expone hasta el extremo más trágico,
el espíritu autodestructor del artista que busca las formas
nuevas sin entender que la rebelión es ahora contra un mundo
propio, calibanesco; que todos los hombres y las castas de dominación
en complicidad han construido, con Internet y Aldea Global para
defender su capital.
Arkadina, Treplev,
Sonia y Nina son pequeños ensayos de marionetas sufrientes
que elevan su dignidad humana desde la autoconciencia física
y vocal: del actor, ese sublime payaso tragicómico que se
resiste a morir en el alma de la humanidad.
MARIO DELGADO.
Fundador y creador del proyecto teatral Cuatrotablas, el que ha
dirigido durante tres décadas. Formado inicialmente en el
INSAD, dejó la institución estatal para sumergirse
en la búsqueda de nuevas alternativas pedagógicas
y artísticas, fundamentalmente en el espacio del teatro de
grupo. Su experiencia personal en América y Europa, en especial
en Alemania, lo han convertido en una voz experimentada del teatro
contemporáneo. Actualmente es profesor invitado del ETUC
y la ENSAD.
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