ROMPER LA DEPENDENCIA
APUNTES SOBRE EL
TEATRO URUGUAYO
Por Marcelino
Duffau
Quizás
como en ningún otro momento, la historia en Latinoamérica
se ha manifestado con una especial velocidad haciendo avances espectaculares,
avances que se han pautado especialmente en los últimos tramos
del siglo XX. Las particularidades que nuestro continente ofrecía
hace una década atrás, ya han sido, muchas de ellas,
superadas en el momento presente.
Si partimos de la base
de que el hecho teatral es un aspecto de la cultura, y a su vez,
ésta es una forma más de expresión de la sociedad,
podremos detectar fácilmente ribetes propios donde se proyecta
el acervo del pasado pero con una amplia mirada hacia el futuro.
Es así como
hoy tenemos una dramaturgia profunda y totalmente comprometida con
los problemas e inquietudes de los grandes sectores de la población,
los que, no por casualidad, son los menos favorecidos en cuanto
a mejoras sociales se refieren.
Sea cual sea el autor,
sea cual sea su origen o extracción social, el teatro latinoamericano
tiene un punto en común fácilmente detectable, tanto
en un dramaturgo mexicano, brasilero o uruguayo. Ese punto o tema
en común no es otro que el aporte, a través del teatro,
para obtener la segunda y definitiva independencia de nuestro continente.
Valgan como ejemplo
de autores, el del argentino Andrés Lizarraga (muerto en
el exilio) con su trilogía sobre el Alto Perú o el
de Cesar Rengifo (venezolano) con su trilogía sobre el petróleo,
o el colombiano Carlos José Reyes quien a través de
su obra Soldados denuncia la matanza de trabajadores
bananeros ocurrida en 1928, o la reinterpretación histórica
del ecuatoriano Jorge Enrique Adoum en El sol bajo las patas
de los caballos, o la del uruguayo Víctor Manuel Leites
con su Doña Ramona, o la joven dramaturga uruguaya
Raquel Diana con la obra Cuentos de hadas abordando
la temática de los desaparecidos.
De una forma u otra,
estos autores bucean o escarban en la historia de nuestro continente,
hurgan en el pasado inmediato temas o hechos que son proyectados
con ojos del presente.
Si bien muchos autores
toman acontecimientos históricos, ello no significa que se
dejen de lado problemas como los del hombre en las grandes ciudades,
las angustias de la juventud, los enfrentamientos generacionales,
etc., etc. Lo político y social es el factor determinante
en la toma de posición de los autores que, una vez más,
se convierten en fieles testigos de su tiempo.
Por supuesto que los
sectores dominantes no se han quedado, ni se van a quedar, de brazos
cruzados y tratan de mantener a cualquier precio su condición
de sectores privilegiados.
En el plano político,
a partir de los 70 optaron por el golpe de estado y la implantación
de dictaduras fascistas, en el plano cultural y teatral llevaron
adelante la censura, la persecución o la absorción
económica en aquellos países donde subsiste la democracia
representativa, intentando montar espectáculos realizados
exclusivamente con fines de lucro o cerrando todas las puertas de
acceso a la TV o impidiendo el renacer del cine latinoamericano.
A pesar de los esfuerzos
de la clase dominante por acallar las voces y reclamos de las mayorías,
lentamente el teatro se ha ido desarrollando y ganando cada vez
más espacio.
La realidad socioeconómica
de nuestro continente lo ha lanzado a éste a ocupar un papel
importante en el concierto cultural del mundo, a pesar de la dependencia
cultural y económica en la que nos mantienen nuestros gobernantes,
no podrán impedir que nuestros países sean protagonistas
de un futuro inmediato y el teatro deberá cumplir su papel
de fiel transmisor de la realidad.
El teatro latinoamericano
es tan complejo y apasionante como su realidad, viva, brutal y llena
de contradicciones y participa a través del proceso creador
en donde actores, dramaturgos escenógrafos, directores, etc.,
etc., etc., seremos protagonistas
¿Teatro independiente?
¿Teatro profesional?
En 1963 fueron aprobados
por la reunión de Consejos Directivos de la Federación
Uruguaya de Teatros Independientes (FUTI) una breve lista de lo
que se dio a llamar: Siete principios rectores, que
con el correr del tiempo se han transformado en la columna vertebral
del teatro independiente uruguayo.
Los siete principios:
- NDEPENDENCIA: de toda sujeción comercial, de toda injerencia
estatal limitativa, de toda explotación publicitaria,
de todo interés particular de grupos o personas, de toda
presión que obstaculice la difusión de la cultura,
entendida ésta como ingrediente de la liberación
individual y colectiva.
- TEATRO DE ARTE: Buscar por medio de la continua experimentación,
la elevación cultural, técnica e institucional,
manteniendo una estricta categoría de buen teatro y una
línea elevada de arte.
- TEATRO NACIONAL: Actuar de modo fermental sobre la colectividad,
promoviendo los valores humanos, atendiendo a la necesidad de
la acción pública, mediante una temática
y un lenguaje de raíz y destino nacional con proyección
americana, propiciando un teatro que se apoye en esas bases
y, en especial, el de autores nacionales que las cumplan.
- TEATRO POPULAR: Obtener la popularización del teatro,
en el sentido de que un instrumento de cultura es la expresión
de un país en tanto sea patrimonio de su pueblo.
- ORGANIZACIÓN DEMOCRATICA: Debe manifestarse por el
sistema de institución, entendiendo por tal la agrupación
voluntaria de personas organizadas democráticamente,
trabajando con afán colectivo, sin preeminencias personales.
- INTERCAMBIO CULTURAL: El teatro Independiente debe ser un
elemento activo en el intercambio espiritual entre los pueblos,
propendiendo a la difusión en el exterior, de los auténticos
valores de nuestra cultura.
- MILITANCIA: Los Teatros independientes son organismos dinámicos
que atienden y militan en el proceso de la situación
del hombre en la comunidad y de la comunidad misma, en tal sentido
tratarán de crear en sus integrantes la conciencia de
hombres de su país y de su tiempo y el movimiento, como
organismo, luchará por la libertad, la justicia, la cultura.
Han pasado 37 largos
años desde que se aprobaron y se dio forma sistematizada
a estos siete puntos; podríamos usar una frase muy sencilla
y que solemos emplear comúnmente: Ha corrido mucho
agua bajo el puente; más bien habría que decir
que no sólo agua corrió, sino también
trabajo, esfuerzo, cansancio, lágrimas, golpes de estados,
cárcel, exilios, muertos y desaparecidos...
La situación
económica, política y social no es ya la de entonces
y cada día se hace más difícil hacer teatro
u otra actividad artística; por lo tanto, debemos desplegar
toda nuestra imaginación para abrir nuevos frentes de lucha
y llevar adelante el compromiso adquirido.
Uno de esos frentes,
y paso importante en la tarea a cumplir, es el comenzar a andar
en el difícil, complejo y arduo camino de la profesionalización.
Ser profesional
¿Qué entendemos por ser profesional? ¿Qué
es ser profesional en el teatro uruguayo de hoy día?
Por lo general entendemos, o solemos creer, que profesional es aquel
que vive de su trabajo y para su trabajo. Compartimos dicho concepto,
pero a su vez, se le debe atribuir también a la palabra profesional,
y a la práctica, un profundo sentido de la ética y
un profundo compromiso a través de lo que se transmite y
que va mucho más allá de lo meramente remunerable.
Creemos que si se hiciera
una evaluación en ese sentido, el teatro independiente de
nuestro país ha cumplido, y con creces, la parte profesional
en cuanto a la ética y al compromiso; pero no ha sido así
en lo que se refiere a vivir de su profesión.
Y aquí ya estamos
entrando en otro aspecto de lo profesional del teatro
uruguayo.
Exceptuando la Comedia
Nacional, los actores del teatro independiente nunca han recibido
un sueldo en el real significado de la palabra- por su trabajo.
Perfectamente se puede decir que el teatro uruguayo se ha construido
con el cansancio o las horas restantes de su otro trabajo,
cediendo generosamente y con un entrañable amor hacia el
teatro, horas de esparcimiento, de poder estar con su familia, etc.,
etc.
Por supuesto que nadie
en el teatro está obligado a trabajar en él, pero
esta sola actitud muestra a las claras el grado de compromiso y
madurez que con del correr el tiempo se fue adquiriendo.
Aún hoy día,
viviendo en una sociedad donde todo gira alrededor del dinero, sin
contar con ningún tipo de apoyo o subvención estatal,
como ocurre en la mayoría de los países, el 90% o
más de los actores siguen entregándole al teatro sus
horas de descanso, su poco tiempo libre e incluso, en la mayoría
de los casos, poniendo dinero de su propio bolsillo para solventar
las puestas en escena, compra de materiales para escenografía
o vestuarios, gastos de salas, o simplemente para pagarle el ómnibus
a algún compañero para que éste no falte al
ensayo o tenga que recorrer larguísimas distancias a las
dos o tres de la madrugada luego de un agotador ensayo porque se
sabe que a las ocho de la mañana tendrá que estar
en su oficina o empleo donde obtendrá su sueldo que le permitirá
subsistir, mantener a su familia y a la vez trabajar en el teatro.
Como se ve, un desgastante y agotador circulo vicioso que a más
de 50 años de Teatro Independiente aún tiene plena
vigencia.
Siglo XXI
Todos los teatristas conocemos la sempiterna lucha o concepciones
diferentes de producir teatro.
Por un lado el Teatro
de Compañía y por el otro el Teatro de Grupo.
El primero de ellos,
sostenido por productores y/o inversionistas, que como en cualquier
otro negocio aportan su capital para luego rescatarlo y con creces,
pagando por lo general sueldos muy bajos excepto a una o dos figuras
que encabezan dicha compañía y que, una vez bajada
la obra de cartel ,el aporte al medio teatral no ha sido más
que el hecho artístico.
La otra forma es el
Teatro de Grupo, que desde su propia concepción siempre se
opuso a la anterior, fundamentalmente, porque el Grupo manejó
siempre criterios socializantes en su forma de distribución
de las ganancia (si las hubo) amén de bregar por un teatro
no solamente de arte sino comprometido con la problemática
social que lo rodea.
El teatro de grupo,
hasta nuestros días, ha tenido que pelear, y muy duro, para
asegurar su subsistencia y ha mantenido una lucha sorda hasta, por
lo menos en el Uruguay, lograr una hegemonía cultural e ideológica
dentro de la sociedad burguesa.
Desde principios del
siglo XX hasta 1950, aproximadamente, las compañías
(especialmente argentinas llegaban a nuestro país) marcaban
el rumbo de la realidad teatral del Uruguay.
Sin embargo, en el
Uruguay, los grupos crearon salas, escuelas, técnicos y varias
generaciones de actores, pero fundamentalmente formaron al espectador,
que de una manera lenta y silenciosa, fue la verdadera base y el
verdadero hacedor de que el teatro existiera ya que le dio a los
artistas una base social de la cual no solamente provenían
los creadores sino que aportó también la problemática
de la cual el creador se valía como elemento creador.
Usando el concepto
marxista de modo de producción para aplicarlo
al teatro, tomemos también de Marx- el enunciado que
pronuncia que: un modo de producción determinado no
desaparece hasta haber desplegado todas sus posibilidades.
En estos momentos,
el teatro uruguayo esta viviendo una etapa de gran confusión
en cuanto a sus formas de producción, en cuanto a su estética,
etc., etc. Por lo tanto cabría preguntarse: ¿Es que
ciertas formas tradicionales de hacer teatro entre nosotros
han dado ya todo de sí? ¿Son definitivas las diferencias
entre estas distintas formas de hacer teatro?
Creo que se puede afirmar
que uno de los rasgos observables en nuestra práctica teatral
es la relativa comunión e intercomunicabilidad entre ambas
formas (la comercial y el grupo) y es fácil observar que
es bastante más en lo que se comparte que en lo que nos separa.
Sin embargo, durante
muchos años el Uruguay de la Suiza de América
permitió que el artista no tuviera dentro de sus preocupaciones
principales vivir de su trabajo; lo recaudado de la taquilla era
para solventar las salas y eventuales puestas en escena.
Pero es a partir de
los 70, cuando la situación económica ya está
totalmente deteriorada, en donde la mayoría de los artistas
han perdido su otro trabajo con el cual subsistían
que comienzan a aparecer creadores que quieren volcar todo su tiempo
a la actuación, y por ello recibir su paga, que se comienza
a hablar y llevar a la práctica el vivir de su
profesión.
Quizá este criterio,
tan justo y coherente sea difícil de entender en países
donde existe sí una actividad de teatro comercial, donde
hay actores que viven de su trabajo en TV, etc.
En Uruguay ninguna
de esas posibilidades existe; sin embargo, cada vez es mayor el
número de artistas que bregan día a día por
vivir de su profesión y que ha llevado a un enfrentamiento
sordo entre aquellos que solucionan su economía con otra
actividad o profesión y entre los que vivimos o sobrevivimos
solamente de la actividad teatral.
Incluso se ha dado
otro fenómeno en los grupos como producto de lo arriba expuesto;
los mejores actores o los de mayores condiciones son, por supuesto,
los más tentados a lanzarse, y con toda razón, a la
aventura de vivir de su trabajo y ello ha llevado a que hoy día
los excelentes grupos de teatro vieran disminuida, y de forma alarmante,
su capacidad artística.
En nuestro país,
más allá de esporádicos intentos, el teatro
comercial nunca llegó a hacer pie, lo que ha llevado a que
tampoco exista la figura del productor. Sin embargo, ello no quiere
decir que debamos quedarnos sólo con el teatro de grupo y
que éste siga produciendo y funcionando como hace cincuenta
años.
Quizá suene
duro la palabra enfrentamiento entre ambas formas de
ver la actividad teatral. Creo que ambos nos necesitamos ya que
todos estamos cercados por la misma realidad (falta de apoyo oficial,
acceso negado a la TV, diarios y radios para promoción, etc.,
etc.), y que lo que realmente nos está faltando es una discusión
franca y fraterna, aumentar la voluntad de compartir y buscar juntos
y, por sobre todo, llegar a una actividad abierta para asumir las
sugerencias y las diferentes experiencias.
¿Qué
está pasando hoy en el teatro uruguayo? Continuamos dando
la lucha por sobrevivir no sólo económicamente, sino
también artísticamente y ahora ante un hecho nuevo,
real y tangible, y que no se puede soslayar, que ha sido la creación
del SOCIO ESPECTACULAR que ha sacudido las bases de todo el teatro
uruguayo poniéndonos de cara al dilema hamletiano de ser
o no ser... Ser Socio Espectacular o no ser Socio Espectacular.
¿Qué
es el Socio Espectacular?
Una modalidad
creada por Teatro El Galpón y Teatro Circular por la que
cualquier persona se asocia, previo pago de unos U$S 14 por mes,
y contando con 12000 socios aproximadamente, y obteniendo, previo
pago, derecho a entrar gratis a los espectáculos
de ambos grupos y de una serie de grupos o salas adheridas a dicha
mecánica, además de poder acceder a dos idas al cine
gratis, entradas al fútbol y basket, entradas a la Cinemateca
Uruguaya y Cine Universitario, recibir mensualmente un libro de
regalo, descuentos especiales en restaurantes, librerías,
tiendas, una revista excelentemente diseñada, etc., etc.
Para algunos Teatros,
Socio Espectacular ha sido una forma de solventar su infraestructura
(alquileres, sueldos de personal técnico, puestas en escena)
e incluso mejorarlas. Ahí está el caso de El Galpón
que se ha transformado en un complejo cultural (3 salas) siendo
éstas las mejores salas teatrales de Montevideo tanto desde
el punto de vista técnico como de funcionamiento.
Al resto de las salas,
grupos y/o espectáculos afiliados al Socio Espectacular les
permite: pagar su alquiler, solventar, en parte, sus puestas en
escena y no mucho más.
Pero la realidad montevideana
es más compleja ya que hay que caminar con mucho cuidado
para que la máquina no devore al inventor.
A excepción
de El Galpón, que a sus actores les paga por función
un promedio de U$S 10 y Teatro Circular el costo de 2 (dos) boletos
de ómnibus (0.72 centavos de dólar c/u), el resto
de los artistas afiliados al S.E no reciben remuneración
por su trabajo.
Y aquí es donde
se ha destapado la verdadera contradicción del artista con
el Socio Espectacular, desatando una guerra sorda y dolorosa con
el resto de los teatristas (que son la mayoría) que sí
aspiran a vivir de su profesión y que ha llevado a acusaciones
que no conducen a nada.
El Socio Espectacular
hoy es una realidad que ha acercado un tipo de público diferente,
que discute en las colas de las boleterías que obra hay gratis
para ver, sin importarle si es buena o mala. A su vez, ha obligado
a realizar una producción seriada de espectáculos
para abastecer la cartelera para los ávidos espectadores
y ha resentido la calidad de los productos. También no se
debe dejar pasar por alto que con motivo de la aplicación
de dicho sistema (el sistema de cooperativa no se aplica) ha llevado
a que muy buenos actores se apartaran de dichas instituciones resintiendo
su calidad artística.
¿Qué
prefiere ver un Socio Espectacular? ¿Aquello que está
dentro de la programación que le ofertan? ¿O un espectáculo
por el cual debe pagar casi el mismo valor de la oferta casi infinita
del S.E.?
¡Gran tema!
El final del principio
En resumen, y como siempre, queda todo por hacer. Por supuesto que
ese concepto no implica desconocer todo lo que ha realizado el teatro
independiente (salas, excelentes espectáculos, escuela de
formación, etc., etc.), una parte fundamental del patrimonio
artístico y cultural del Uruguay en donde sus creadores no
solamente han aportado su creatividad sino que, en un alto porcentaje,
apostaron su forma de vida a ideas y valores muy caros para todos
nosotros.
El cantautor Daniel
Viglietti canta: Los tiempos están cambiando, para
bien o para mal, para mal o para bien, nada va a quedar igual....
Sí, los tiempos están cambiando y a pesar de que muchos
consideran, y nos quieren hacer creer, que las utopías no
existen, habemos muchos teatristas uruguayos que sí, seguimos
sosteniendo que la utopía existe; por supuesto que inmersa
en otra realidad: la TV basura copando la banca, la falta de trabajo
en radio y TV para el artista; la falta de apoyo en incentivos por
parte de las autoridades de turno (nacionales y municipales), los
sponsors (un mito más para el teatro) y muchos y largos etcétera
más.
En contraposición:
Las salas funcionando, cada vez mayor oferta de espectáculos
teatrales, un público que está ahí y al cual
debemos nuestra existencia y que por lo tanto nos obliga a mejorar
nuestras escuelas (inconcebible que hasta el día de hoy no
haya existido ni exista una escuela de formación de directores
de escena); crear lugares de discusión de nuestra problemática
y abordar esas discusiones o polémicas con altura, dejando
de lado interés personales e institucionales.
Nosotros y solamente
nosotros somos los responsables de lo que está ocurriendo
en el teatro uruguayo y en nosotros está la solución;
y como dijo José Artigas (otro gran traicionado): Nada
podemos esperar sino de nosotros mismos.
MARCELINO DUFFAU
es director de escena, además de actor y docente teatral.
En actividad desde 1977, ha realizado numerosas puestas en escena
tanto de autores uruguayos, como clásicos y contemporáneos,
en Uruguay, Brasil, Argentina y Paraguay. Ha sido distinguido con
el Premio Florencio 1998, que otorga la Asociación Uruguaya
de Críticos Teatrales.
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