GENERANDO
ESPACIOS. El teatro en el aula
Por Mabel
González, María Novoa y Rosa Pietra
Para
Jean Duvignaud, la creación social y la creación teatral
integran una misma fuerza, la que empuja a los hombres y a los grupos
al uso pleno de la libertad. Puede ser ésta una de las razones
de la amplia difusión de la actividad teatral en todas sus
formas, a través de talleres, cursos, muestras callejeras
y hasta en los medios de transporte público.
Se han ganado nuevos
espacios, no convencionales y también dentro de las instituciones.
Es muy significativo que en el ámbito educativo la Reforma
haya instalado la práctica teatral en la currícula
desde los CBC (contenidos básicos comunes) del segundo ciclo,
o sea, a partir de cuarto grado. Allí se indica el
reconocimiento y caracterización del hecho teatral a través
de su signo: diálogo, personajes, conflictos, representación
y espacio. A partir del tercer ciclo (7°), se implementa
la participación de los alumnos en producciones de
hechos teatrales, de animación sociocultural.
Esta vuelta de tuerca
podría resultar un recurso interesante para contrarrestar
una situación desconcertante que se percibe hoy en algunas
aulas, una suerte de saturación en los alumnos provocada
por el bombardeo de imágenes del video y la TV. La práctica
teatral, en cambio, ofrece la alternativa de la continuación
del ejercicio del juego: el play, relación tan
felizmente preservada en inglés, equivalente a la expresión
juego teatral. Es probable que esta apertura contribuya
a evitar las consecuencias que la falta de espacios donde expresarse
trae a la sociedad en general, pero principalmente a los adolescentes.
Sabemos de su desesperada búsqueda y de la terrible frustración
que desencadena y que con frecuencia desemboca en la agresividad
y la violencia. ¿No es acaso nuestra responsabilidad como
adultos la de abrir las puertas hacia los jardines de la creación
artística?
Francoise Dolto sostuvo
que mediante el lenguaje, la creatividad
bajo todas sus formas y la convivencia, pueden evitarse
la violencia y el sufrimiento. Uno lo expresa, uno la juega, uno
la pone en el escenario o en música en lugar de soportarla.
La trampa, continúa Dolto, reside en que, cada vez más,
uno tiende a consumir la cultura individualmente con su walkman,
su televisión, sus historietas. O si no, cuando nos reagrupamos,
es para consumir pasivamente. Si no hay comunicación, discusión
acerca de lo que uno ha visto o escuchado, si no hay creación...
realmente no vale la pena reagruparse.
Ciertamente, la práctica
teatral en la escuela incidiría con fuerza en aspectos fundamentales
a desarrollar en los jóvenes, tales como el ejercicio de
la convivencia, la expresión de las dificultades, el acto
de escuchar y de ponerse en el lugar del otro.
Para lograr esta transformación,
solo hace falta atreverse a salir del orden establecido
para institucionalizar el desorden creativo. Atreverse
a hacer posibles nuevos aprendizajes en el ser humano desde el principio
de su formación. Pero hablamos de una formación liberadora.
En la escuela, ha sido
el área de Lengua y Literatura el lugar donde históricamente
se ha dado cabida al género dramático, si bien se
lo ha dejado un poco librado a su suerte; a una mala suerte, en
general, por desconocimiento de los lenguajes específicos
y de las técnicas de abordaje del hecho teatral. Es que el
aprendizaje de estas técnicas no ha sido contemplado hasta
ahora en las carreras de formación docente, lo cual genera
conflicto a la hora de cumplir con lo prescripto en los Contenidos
Básicos Comunes para el área: los docentes del país
en los niveles comprometidos no han sido capacitados en el know-how,
es decir, el cómo llevar estos nuevos contenidos a la práctica.
En realidad, el ideal de trabajo implicaría la colaboración
de los departamentos de Artes y Lenguas, pero la interdisciplinariedad
es todavía entre nosotros solo un buen propósito.
Una experiencia
A pesar de que los profesores de las distintas Lenguas y de Literatura
amamos el teatro y concurrimos a los espectáculos teatrales,
muchas veces con nuestros propios alumnos, cuando trabajamos un
texto teatral con ellos, solemos profundizar el análisis
literario, olvidando, quizás por falta de competencia, la
especificidad de la obra, la práctica teatral.
En una búsqueda
orientada hacia la teatralidad, nos encontramos un grupo de profesores
de Lenguas que cursamos la Maestría en Ciencias del Lenguaje
dictada en el ámbito del Instituto Superior del Profesorado
Joaquín V. González desde 1989, en el marco de un
acuerdo con la Universidad de Buenos Aires. La materia que nos convocó
es Animación Sociocultural, que integra uno de los bloques
de materias optativas y es la única organizada en dos cuatrimestres,
uno para taller de teatro y otro para un taller de escritura, a
cargo del director teatral Román Caracciolo y la Prof. Maite
Alvarado respectivamente. La directora de la Maestría, la
Prof. Elvira Arnoux, estableció como propósito de
la materia convertir los establecimientos educativos en centros
de prácticas pedagógicas diversificadas a partir de
agentes específicamente entrenados.
En la cursada del módulo
de teatro, la primera consigna fue delimitar el espacio potencial
de lo que sería nuestro virtual escenario, sin artificios,
a luz plena, ningún objeto escénico, solo la voluntad
de transformar las cosas, de cargarlas de un significado nuevo,
asignándoles valor. Luego, pasamos a escribir individualmente
una escena. Todas nuestras producciones tomaron situaciones de la
realidad cotidiana, política, laboral, las dificultades de
los adolescentes. La estructura de las escenas fue críticamente
analizada antes de ser representadas. Cada una de nosotras dirigió
también su propia obra previo casting riguroso, entre los
integrantes del grupo. O sea, nos ejercitamos en cada una de las
funciones de los teatristas, desde la autoría de las escenas,
la actuación y la dirección de las mismas, todo bajo
la supervisión de nuestro profesor.
Aprendimos que las
escenas están constituidas por unidades, que es fundamental
marcar qué acciones desarrollan los personajes en cada una
de ellas, qué fuerzas se opondrán o aliarán
para lograr un propósito, que para caracterizar las acciones
se usan adverbios de modo (un personaje puede agredir abiertamente
o sutilmente). Nos quedó muy claro que el teatro
es fundamentalmente acción de la cual emergen las palabras,
a las que se suman los signos que completarán el significado:
el vestuario, la escenografía y demás elementos. Las
circunstancias se adecuarán a lo que se desee comunicar a
partir de la conceptualización del director.
Los participantes del
taller realizamos distintas primeras experiencias en nuestros respectivos
ámbitos de trabajo, orientadas de acuerdo con las pautas
del esquema de situación que presupone un conflicto originado
en el choque de dos fuerzas antagónicas.
Por ejemplo, ya desde
el nivel inicial, en el Jardín No. 4 de Lanús, Crecer
Jugando, se escenificó el enfrentamiento entre una bruja
y un fantasma, dentro del proyecto áulico Nos
reímos de nuestros miedos, en el cual los chicos primero
investigaron los personajes que les producen temor. A partir de
allí, crearon títeres de su propia estatura con material
de descarte para luego representar la situación que originó
el choque de intereses. Los chicos, entregados a su acción,
recrearon su entorno superando las limitaciones que les imponía
la realidad. Aprendieron desarrollando el juego dramático,
vía natural por la cual, desde los primeros años,
se tiene la posibilidad de canalizar intereses, necesidades, de
elaborar conflictos que se les presentan como sujetos inmersos en
un mundo cultural.
En el Instituto Medalla
Milagrosa de Capital, los alumnos de 4° Año leyeron Bodas
de Sangre de Federico García Lorca. Analizaron las
escenas determinando las acciones que las sustentan. Al despojar
a la obra de sus circunstancias características, establecieron
relaciones con la vida cotidiana. Eligieron una de las escenas para
ser representada, en una primera instancia solo a nivel gestual.
Una vez definida la acción, determinaron la circunstancia,
a la que incorporaron el texto.
En un primer año
del Polimodal de un colegio en San Isidro se trabajó de la
siguiente manera: para empezar, simplemente se les pidió
a los alumnos que escribieran una escena. Lo hicieron animadamente,
organizados en grupos, sin haber recibido ninguna otra consigna
específica. Los resultados fueron simpáticos pero
confusos. Más tarde, asistieron a una representación
teatral, con una puesta de avanzada de escenas claves tomadas de
obras de Shakespeare: Romeo y Julieta, Hamlet
y Macbeth, leídas y discutidas previamente en
clase. El acercamiento al teatro fue un éxito. La siguiente
estrategia consistió en analizar las escenas vistas desde
el punto de vista de la acción de fuerzas antagónicas.
Las conclusiones fueron significativas. Luego, reintentaron la escritura.
Conclusiones
Todas estas experiencias resultaron muy motivantes para nuestros
alumnos, lo que hoy en día puede considerarse un logro pedagógico
crucial. Se viabilizaron nuevos aprendizajes y a la vez se los inició
en el desarrollo del gusto por el hecho teatral, contribuyendo a
la formación de futuros espectadores informados y activos,
con la posibilidad siempre latente de llegar hasta el despertar
de vocaciones.
Las docentes involucradas
sentimos la inmensa gratificación de la respuesta positiva
generada por un trabajo que alejó a los chicos de lo previsible,
que los estimuló en el desarrollo de sus potencialidales,
liberándolos de la rutinarias prácticas educativas.
Jugaron, relacionaron teatro y vida, ejercitaron el lenguaje, disfrutaron
con el uso de la palabra, practicaron el diálogo y la convivencia,
pero fundamentalmente se expresaron, fueron libres desde el mejor
marco posible, el artístico.
Como integrantes del
taller, desde las entrañas mismas del viejo edificio del
Colegio Mariano Moreno, donde hasta ahora ha funcionado el ISP Joaquín
V. Gonzalez, de larga trayectoria en la formación docente,
comprobamos que la teatralidad podía instalarse en un aula
y vibramos con su intensidad. En nosotras, ha habido una transformación
y queremos ayudar a nuestros alumnos a transformarse para poder
vivir vidas más respirables, que aprendan a dar a sus emociones,
a su angustia por el crecimiento, al desconsuelo por sus dificultades,
a su agresividad, a sus miedos, la oportunidad de convertirse en
acción, en creación.
MABEL GONZÁLEZ.
Profesora de Castellano, Literatura y Latín. Actualmente
ejerce en el Instituto Medalla Milagrosa y en la Escuela de Comercio
N°6 América, de Capital. Integra el equipo de investigación
del proyecto Lenguas en Contacto: Hacia una didáctica
integradora del ISP Joaquín V. González.
MARÍA D.
NOVOA. Profesora de Letras egresada del Profesorado del Verbo
Divino de Rafael Calzada. Directora del Jardín de Infantes
Municipal N°4 Crecer jugando de Lanús Este.
ROSA PIETRA.
Profesora Superior en Inglés ISP Joaquín V. González.
Actualmente se desempeña en el nivel terciario del Profesorado
en Inglés del Centro Cultural Italiano. Integra el equipo
de investigación del ISP Joaquín V. González.
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