ESPECTÁCULOS EN EL CELCIT
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VIAJEROS POR SHAKESPEARE

GUIADOS POR LA ESTRELLA
Por Ernesto Schoo

Tan vasto y variado es el planeta Shakespeare -continente, o quizás océano, dicen en este bello espectáculo-, que su exploración resulta igualmente infinita. Desde el territorio de la fantasía poética hasta las cloacas más nauseabundas de la condición humana, no hay conducta, pasión, agravio, o anhelo del alma que el Bardo no haya contemplado y analizado, como si en él se resumieran, según Borges, todos los hombres que han sido, son y serán. La sabia mezcla de elementos trágicos y cómicos (hasta en las tinieblas de "Macbeth" estallan las humoradas del sereno del castillo) autoriza múltiples interpretaciones, versiones, o, como en este caso, la composición de una abigarrada colcha de retazos, cosida con un hilván tan fino que es casi imposible discernir la huella de la costura.

Este trayecto parece fruto del azar, pero hay sin duda una muy profunda comprensión de los resortes dramáticos de cada obra, y una unidad de concepción que enlaza, con toda naturalidad, los furores de la altiva Catalina con la desgarradora canción de Ofelia, las maldiciones de Calibán con las travesuras de Puck. Semejante versatilidad exige actores entrenados, flexibles, entre volatineros y recitantes clásicos, capaces de expresar tanto las efusiones líricas como las querellas de los payasos.

Este es el mismo grupo que en la temporada anterior presentó una notable "Antígona". No sólo repiten ahora la hazaña, sino que se advierte la maduración de cualidades realmente excepcionales. Importa mencionarlos a todos, porque en el programa no figura la distribución de papeles. Son ellos: Silvana Correa, Laura D’Anna, Laura Ledesma, Marcela Palazzo, Pablo Núgoli, Mario Petrosini y Carlos Romagnoli.

Como ejemplo (y no es el único) de la destreza para transitar, a veces sin pausa, de una situación trágica a otra cómica, y viceversa, basta citar la transformación de la muy joven actriz que del diálogo entre la viuda del príncipe de Gales y su asesino, el futuro Ricardo III -una de las escenas capitales en la historia del teatro, y un modelo de retórica perversa-, pasa a cerrar el espectáculo con la traza, los andares y el modo de hablar de un malevo porteño de sainete. Claro que todo esto es movido por las manos maestras de Gené y Oddó; pero nada podrían hacer si no contaran con una excelente materia prima.

Revista Noticias

 
 
Teatro CELCIT
AÑO 10. NÚMERO 17-18. ISSN 1851- 023X